Prólogo 1999-2000

 Difícil época la que atravesamos los colombianos, especialmente porque vivimos uno de los momentos más críticos del conflicto armado que afecta al país por un período ya tan prolongado. Es, a su vez, un tiempo de esperanza en el cual, a pesar del recrudecimiento de la violencia, se perciben avances que no se habían dado hasta ahora en el difícil camino de la búsqueda de la paz. La atención de la comunidad internacional sobre el caso colombiano no puede menos que hacer pensar que el mundo ya no es indiferente a lo que nos ocurre y, de una o de otra forma, será elemento catalizador para que de una vez por todas, se supere el drama que supone el uso de la violencia como medio de expresión y podamos avanzar de manera sólida por el camino de la convivencia y el progreso. Esa y no otra tiene que ser la meta para todos los colombianos en este comienzo de siglo y será el camino para desarrollar el gran potencial de una nación que, a pesar de sus problemas, muestra como ninguna, una vitalidad sin límite y una capacidad de superación difícilmente concebible.

Con 22 millones de personas por debajo de la línea de pobreza, el tamaño efectivo del mercado colombiano resulta muy reducido y más aún, en épocas de bajo crecimiento económico, alta inflación y elevadas tasas de interés como fueron los últimos años en nuestro país. La construcción de un mercado ampliado por la vía de los acuerdos de integración y, en particular, la creación de una zona aduanera con los países andinos resultaba entonces un gran atractivo para productos en los cuales Colombia pudiera contar con excedentes exportables para atender los requerimientos de importación previstos por nuestros vecinos. Este era el caso del azúcar colombiana a comienzos de los noventa y esta posibilidad, junto con la alta eficiencia lograda, sustentó las decisiones de crecimiento del sector durante la pasada década. El porcentaje de la producción dedicado a la exportación se incrementó, entonces, del 25% al 50% y el sector se perfiló como uno claramente orientado a la exportación. 

La perversa revaluación registrada durante la mayor parte de la última década, el proteccionismo internacional y el incumplimiento de nuestros socios andinos nos han impedido, sin embargo, aprovechar hasta ahora las ventajas colombianas plenamente; y el mercado mundial, la otra opción, atraviesa uno de los ciclos de precios más bajistas de la historia. Así, aunque hoy la tasa de cambio ha mejorado la capacidad de competir y la economía doméstica parece dejar atrás la recesión, las ventas de exportación no resultan rentables, lo que induce a un deterioro del mercado doméstico y pone en riesgo una actividad que sigue siendo la columna vertebral de la actividad económica del Valle Geográfico del río Cauca. Con cerca de 30,000 empleos directos, más de 250 millones de dólares de exportación y una generación de empleos indirectos que lleva a que cerca de un millón de personas en el Valle Geográfico del río Cauca dependan económicamente del azúcar, la suerte del sector incide de manera significativa en lo que le suceda a la región. La creación, por parte del Gobierno Nacional, del Fondo de Estabilización de Precios del Azúcar se constituye, entonces, en una respuesta acertada a la compleja coyuntura para lograr un manejo ordenado de los excedentes y un esfuerzo equitativo entre los distintos actores para manejar la coyuntura. 

El Fondo, sin embargo, es solo un elemento para enfrentar las condiciones que vive el sector en esta etapa de su historia y facilitará el salto cualitativo que debe dar el mismo hacia el aprovechamiento de todas las posibilidades que se desprenden de la conformación que se ha venido logrando a lo largo de los años del llamado “Cluster del Azúcar”. Es decir, ese complejo industrial y de servicios que, alrededor de una zona de agricultura especializada de clase mundial, se ha venido conformando de manera espontánea y que presenta hoy unas condiciones muy atractivas para desarrollar todo el potencial subyacente. Es la posibilidad de avanzar en los productos de mayor valor agregado, reduciendo la dependencia de los muy volátiles y distorsionados mercados de productos básicos. Pero es también la oportunidad de captar las sinergias potenciales que se presentan cuando se cuenta con tantas posibilidades de optimización y racionalización como las que se dan en este caso, no sólo en el caso de los ingenios sino de las demás empresas relacionadas que se localizan en la región. Es, por el otro lado, la posibilidad de concretar, alrededor de las economías de escala y el fortalecimiento institucional, procesos de consolidación y fusión en el sector, en una evolución natural de las empresas y las organizaciones en estas épocas de globalización. 

Una producción de acuerdo con las posibilidades de los mercados y en función de la evolución de los mismos; agregar valor a los productos y desarrollar alianzas estratégicas con empresas productoras de bienes procesados que contienen azúcar, para potencializar el cluster existente en la región; acelerar procesos de consolidación que aprovechen las sinergias latentes e identificar las posibilidades que ofrece para el sector la llamada Nueva Economía, son algunos de los temas prioritarios en la agenda del sector para los próximos años y el camino para superar las dificultades propias de estas épocas de convulsión nacional y de dificultades en lo económico. El Fondo de Estabilización de Precios será una pieza esencial en el manejo de la coyuntura pero, es obvio, no es una herramienta mágica que ofrezca todas las respuestas a los múltiples retos que enfrenta hoy cualquier sector que pretenda ser exitoso en el mercado globalizado. Es época de cambios y el sector azucarero tiene todas las posibilidades para consolidar su posición como el eje de la economía local, como un factor determinante en el mantenimiento del equilibrio para el desarrollo regional balanceado y como un actor de relevancia en el ámbito internacional. Los ajustes que se han realizado en los últimos tiempos en materia de costos y de eficiencia, el apoyo del Fondo de Estabilización y el esfuerzo sostenido para mantener la posición de liderazgo que ha caracterizado al sector permitirán, sin duda, responder con propiedad a los retos de la época y prepararse para seguir adelante en una Colombia en paz y progreso que es, necesariamente, el país al que debemos aspirar todos los colombianos.


RICARDO VILLAVECES PARDO
Presidente